Correr, desplazarse
con tus piernas rápidamente, sintiendo cómo las distancias se hacen cortas,
sintiendo el tedio del tiempo que yo lo vinculo a la intensidad y eternidad del
instante, sintiendo como tu corazón, tus pulmones y tus piernas son coordinadas
por tu cabeza que arrastra a tu cuerpo a diferentes velocidades y cambios de
ritmo, consiguiendo en muchas ocasiones, superar tus límites, me aporta una
gran felicidad. Y no sólo por la parte física, no sólo porque pueda vencer la
gravedad y me entusiasme con la celeridad y presteza de mi cuerpo por senderos,
caminos, carreteras, valles, montañas o cerros, sino, porque las carreras de
fondo me ofrecen una perspectiva psicológica sobre mi mismo. Son estos
instantes de concentración en el objetivo a cumplir en los que emerge una
mirada introspectiva y, a mi juicio, muy terapéutica porque trae consigo el
deseo de profundizar sobre uno mismo; de conocerse; de hallar sus límites; de
enfrentarse con nuestros monstruos o reivindicar nuestras motivaciones y deseos.
Una mirada que intenta encontrar las razones o los porqués que yacen debajo de
esa dificultad, de nuestro límite, con el fin de que ese elemento negativo, esa
barrera que en la mayoría de las ocasiones es autoimpuesta, sea sometida y por
lo tanto superada. El running o el deporte que te exige cierto fondo, cierta
intensidad y apela a tu resistencia física y mental, en general, te permite
conocerte mejor a ti mismo y por lo tanto, trabajar mejor las situaciones de
conflicto al medir a menudo tus límites. Pero por lo general, correr me propone
una sonrisa, una emoción que recorre todo mi cuerpo y cruza mi cara dibujando
una gran mueca de alegría. Un júbilo que identifico con un sentimiento de
libertad y placer; de goce y de disfrute; de vitalidad y fortaleza. Por tanto,
correr, moverme rápidamente con mis piernas, me mueve por dentro y me provoca
una emoción tan fuerte e intensa que por ahora no he sido capaz de compararla
con ninguna otra. Una acción que me ayuda a comunicarme mejor con mi cuerpo y
con lo que me rodea, a sentirme bien y relajado, rebelándome contra el estrés y
la erosión de las sociedades actuales.
¡Larga
vida al running!
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