Siempre había
soñado con correr la carrera madre de la larga distancia y finalmente este
domingo 28 de abril de 2013 he podido cumplir este deseo. Como sabéis no me ha
sido fácil viniendo de donde venía, del mismísimo “infierno” con 103 kg de
peso, pero poco a poco, con trabajo constante y por qué no, ese añadido con el
que a veces podemos contar porque nos facilita mucho las cosas, pasión, los sueños
terminan tomando forma.
Está claro que una
vez conseguido el reto ahora toca reflexionar para digerir bien todo y aprender
sacando lo máximo posible, pero, a priori, puedo aducir que ha sido el reto
físico más increíble que he llevado a cabo y su complejidad, me ha hecho tener
que pensar mucho en ello para que el plan funcionara, para que el método que he
seguido durante este año de trabajo germinara en PUEDE SER y HA SIDO. Por otro
lado, debo agradecer a todos aquellos nuevos y viejos amigos que habéis estado
allí y he aprendido con vosotros y de vosotros tanto que ha sido un verdadero
placer poder compartir esta experiencia, especialmente a Yolanda Gil porque su
humildad y sabiduría me han iluminado parte de este último tramo de grandes
dudas e incertidumbres.
La carrera ha sido
increíble. Elegí Madrid porque sería imposible tener un escenario con tantas imágenes
tan motivadores o motivacionales como las que presenta el recorrido de Madrid.
Esta idea no hay que menospreciarla porque la energía depositada en cada recodo
de este trazado podría alimentarnos igual o más que un gran gel de glucosa.
Correr por mi barrio, por el casco antiguo, ver caras conocidas espontáneas o planificadas
ofrece una energía digna de ser cuantificada para enfrentarse a una carrera de
este calado.
Podría dividir la
carrera en tres grandes partes. La primera prácticamente ha sido hasta el km
23. Creo que han sido los 23km más felices que he corrido nunca. La sonrisa
estaba fija en mi cara y nada pudo borrarla ni si quiera los pequeños dolores
que padecí en mi rodilla derecha y me llevaron a tomarme la carrera de una
manera mucho más conservadora. Pasar por el centro y sentirte tan arropado de
gente que te animaban sin conocerte vitoreando ese típico “puedes” o “vamos
chaval” (esto tiene gracias cuando uno ya tiene sus canas) no tiene precio. En
cada momento fui consciente de que estaba corriendo un maratón y eso me mantuvo
bastante excitado sobre todo en esta parte. No es una media o una carrera de
10k o si me apuras una trail de 40 ó 60k donde puedes parar y tomártelo con más
calma. Esto es un maratón y me hizo sentirme especial porque aunque quedaba
mucho hasta el final, en este momento disponía de la fuerza suficiente para
disfrutarlo porque después este sentimiento, en parte, te abandonará.
A partir del km 24
ya casi entrando en la casa de campo me empezaron los calambres en los cuádriceps,
tanto los isquios como los frontales. Emergían. Sabía que iban a dar problemas
y lo intenté ralentizar con mucha hidratación y réflex siempre que veía a un
sanitario. Los calambres estaban y se hicieron bastante fuertes en este tramo y
me acompañaron hasta el final. En la casa de campo se venció el límite
psicológico de los 30k con una bonita cuesta hasta la salida a la misma av. de
Portugal. Salí de allí, dentro de lo que cabe, bastante entero y con suficiente
ilusión como para no dejar de sonreír ante los gritos de ánimo anónimos y
espontáneos.
La última parte la
situaría desde el km 34 hasta prácticamente el 42 y final de carrera. La cuesta
que comienza desde el puente de Segovia, Acacias, Embajadores, Atocha, Alfonso
XII y Alcalá, es mortal en esos últimos km’s que vas pegadísimo. Con razón
definen a Madrid como uno de los maratones más salvajes y dificultosos de
Europa y por eso, dicen que en breve lo cambiarán, con el fin de atraer todavía
más gente, aunque ello conlleve perder parte de la personalidad y del alma de
esta prueba madrileña. Desde el 34km creo que la cabeza es la que debe mover al
cuerpo porque se te queda atrás, te pesa y no te responde. Aquí es donde se
tiene que tirar de coraje y bravura y, en parte, también de inteligencia porque
hay que escudriñar bastante la mente con el fin de buscar tus razones, ya sean:
imágenes, personas o palabras que te hayan llevado a tomar la decisión de
correr un maratón. Has de apoyarte en todo aquello que pueda ofrecerte energía,
vitalidad o positivismo porque la opción de dejarlo y parar, está inmanente y
emerge. Luchar contra el cansancio buscando las razones que te permitan
rechazarlo y así evitar que se te cuele en casa es de lo que se trata en este
tramo. Y una vez conseguido esto, allí estamos, en la meta.
Como me dijo
Yolanda el día antes de la carrera, que nadie te robe las imágenes que
acontecen una vez cruzada la puerta del Retiro por el paseo de carruajes porque
ahí comienza el premio y, esas imágenes, se quedarán siempre contigo: la
entrada a meta. Mi compañera Kyla que estaba preparada para cogerme en la foto
finish me garantizó que gente del público lloraba al ver llorar a los
corredores entrar a meta. La presión de esta carrera, el maratón, te obligar a
contener una gran cantidad de emociones de alegría, rabia, dolor, y esas
emociones afloran a la entrada porque tu recompensa comienza desde dentro de
ti.
Aunque en estos
momentos me encuentro hecho un despojo humano intentado expresar que ha
significado ésto para mí, volvería a repetirlo, no mañana :o), pero
probablemente en un futuro.
Gracias a todos por
estar ahí :o)