lunes, 20 de mayo de 2013

LA BÚSQUEDA DE LA EXTENUACIÓN: LA ATRACCIÓN DEL ABISMO


He estado esperando algunos días para escribir esta crónica porque quería sentir cómo mi cuerpo se iba recuperando por completo de la carrera madre de la larga distancia.

Sigo pensando que ha sido EL RETO físico/mental más bonito que he llevado a cabo nunca por todos los elementos que he desarrollado en anteriores entradas. Los recuerdos de la carrera y la satisfacción personal continúan estando tan vívidos en mí que me impulsan a pensar en una próxima carrera: una segunda maratón en un mismo año… ¿sería una locura para un principiante?  

Empiezo a entender por qué las largas distancias enganchan. Pienso que son terriblemente pegajosas porque conllevan una grandísima implicación de uno mismo. Uno se ofrece en cuerpo y alma hasta la más absoluta extenuación. Ésta es una palabra que me gusta mucho. Extenuación proviene del latín ex - tenuatĭo – ōnis y está compuesta por el prefijo de origen latino “ex” que significa “fuera” o “más allá” más la raíz “tenuatĭo”: hacer tenue o menos fuerte; disminución gradual de la fuerza de algo. La extenuación por lo tanto nos lleva a buscar nuestros límites físicos y psíquicos; nos lleva a vaciarnos. Pero ¿qué hay de bueno en ello? ¿Qué hay de placentero en el hecho de agotar tu cuerpo hasta llegar al colapso? A pesar de que soy más un teórico que un ser experimentado en estas carreras de larga distancia, me atrevería de afirmar que la búsqueda de nuestro límite, del final, de aquella línea al borde de la zanja que marca los umbrales del YO; arribar a la frontera y asomarse o permanecer vislumbrando tierras ignotas, cautiva y seduce. Y, apasiona, porque hallamos recompensa. No deja de ser un ejercicio de conocimiento de uno mismo, por lo tanto, ganamos confianza y seguridad, en tanto que nos acercamos a nuestros límites, porque tanto caminar por las fronteras nos provoca moverlas, nos hace capaces de conquistar nuevas landas; de atesorar nuevos recursos. Aunque por otro lado, yo considero que el hecho de crecer no es lo que más nos impulsa a ir más allá, sino, lo que nos mueve realmente, es la búsqueda del colapso y de nuestro vacío. Quizás esto parezca algo descabellado ya que en cierta manera, si lo planteamos así, la búsqueda de la extenuación se presenta en parte como un impulso que pudiera ser autodestructivo y, en efecto, así lo es, porque vaciarse está muy relacionado con un deseo de “dejar de ser”; de salir de uno mismo. Esta idea la avala el prefijo “ex” (“fuera” o “más allá”).

Por tanto, creo que las carreras de larga distancia implican una búsqueda de la extenuación porque generan una atracción hacia el abismo; hacia el no-ser, a pesar de que al final, cuando regresamos, cuando conseguimos el reto, independientemente de haber llegado o no a meta, seamos más grandes y fuertes de lo que éramos a nuestro inicio. Y, es esa atracción a caminar sobre tierras ignotas, la que nos permite llegar a un estado de abstracción y de vacío que nos termina enganchando tanto como para seguir repitiendo y queriendo más y más.  

miércoles, 8 de mayo de 2013

ARTÍCULO MUY INTERESANTE DE MANUEL VICENT EN EL PAÍS







Como me ha dejado saber mi amiga Belén, parece que esta vez, Manuel Vicent y yo nos hemos ido de gatorades juntos :o)

http://elpais.com/elpais/2013/04/27/opinion/1367080791_360921.html

Gracias Belén




miércoles, 1 de mayo de 2013

CORRER LARGAS DISTANCIAS: UN VIAJE APASIONANTE HACIA EL INTERIOR DE UNO MISMO

Y aquí yace, bajo mi punto de vista, una de las más bellas metáforas sobre el running que percibo en este deporte. Correr implica un desplazamiento espacial del cuerpo, sobre todo. Las grandes preguntas o incluso respuestas que nos puede llegar a inspirar el paso de una persona corriendo principalmente serían dos: está escapando de algo o está buscando algo, con “urgencia”. “Escapar de” o “querer llegar a” son las dos grandes razones que primordialmente nos hacen pensar en el significado de ver a una persona corriendo, por lo general. Correr por placer o deporte luego lo veremos, pero por ahora me interesa ir un poco más allá, a la idea primigenia de la acción de correr en el inconsciente del ser humano. Cierto es que casi siempre, correr está más relacionado a un movimiento de salida, de fuga, de huida. Espacialmente te separas de un punto, por lo tanto, habilitas una salida. En el inconsciente de muchos individuos, es esta primera fase la que predomina y la que permanece: la salida. La salida desde un punto o lugar, pero, ¿qué pasa con la segunda parte? ¿Qué pasa con la llegada? ¿Hacia dónde nos dirigimos? Porque espacialmente vamos a otro punto al que denominamos llegada.

Sin embargo, en mi caso, desde que practico running me identifico más con el simbolismo de la segunda parte de esta acción de correr que con la primera, pero ¿por qué siento esto? Porque correr para mí es volver a mi interior: regresar a casa. Por lo tanto, no lo veo como una salida o una huida sino una llegada o un arribo. Podríamos incluso matizar que es una búsqueda de mi mí-mismo o de mi mismidad. Correr se ha convertido en el detonante de la búsqueda de mi ser; un estado de calma y de placer que me permite sentir una gran cantidad de estímulos que de forma estática, no llegaría a ellos. Correr o el ejercicio aeróbico continuo inicia un mecanismo de abstracción e interiorización, de regreso… y aquí, es donde hallo una paradoja que me recuerda a la que Paul Haggis introdujo en el comienzo del guión de Million Dollard Baby. Este gran escritor de guiones describiendo el boxeo advierte que es un deporte que en el movimiento de ataque que es siempre hacia delante hay que retroceder para llevarlo a cabo. Es un contrasentido en cierta manera si pensamos en ello. A mí me ocurre lo mismo con el running. Cómo una acción que simboliza primordialmente una salida o una huida implica en las carreras de la larga distancia lo contrario: un retorno o una vuelta a uno mismo. Es cómico también pensar que para regresar a un estado de mismidad, de soledad o intimidad, una de las formas que tenemos de llegar ahí, la conseguimos mediante un desplazamiento en el espacio. Correr largas distancias por tanto no es huir y, creo que ésto, es ya un argumento de peso, lo digo irónicamente, para aquellos que tildan esta acción de cobardes, a lo que deberíamos de responder que es lo contrario; correr es de valientes, correr largas distancias significa estar a gusto contigo mismo y buscar una comunicación más íntima con tu mismidad.

Dejo entonces esta reflexión sobre la acción de correr sobre la mesa. Aparentemente parece una salida, una acción física exterior, pero al mismo tiempo es un retorno y una búsqueda interior.

UN AÑO CORRIENDO: 1.802 KM'S

El 30 de abril hizo un año que compré mi cronómetro/pulsómetro suunto y empecé a correr en serio para preparar el maratón del pasado 28 de abril en Madrid. La verdad que no te percatas de estas cosas, yo por lo menos, hasta que no las ves desde fuera, en su conjunto. Desde hace un año he corrido 1.802 km habiendo empleado 172 horas en ello.

Mil ochocientos km’s recorridos es más de un Madrid- Amsterdam o un Madrid-Londres. Seguiremos corriendo para dar la primera vuelta al mundo a pata.