miércoles, 1 de mayo de 2013

CORRER LARGAS DISTANCIAS: UN VIAJE APASIONANTE HACIA EL INTERIOR DE UNO MISMO

Y aquí yace, bajo mi punto de vista, una de las más bellas metáforas sobre el running que percibo en este deporte. Correr implica un desplazamiento espacial del cuerpo, sobre todo. Las grandes preguntas o incluso respuestas que nos puede llegar a inspirar el paso de una persona corriendo principalmente serían dos: está escapando de algo o está buscando algo, con “urgencia”. “Escapar de” o “querer llegar a” son las dos grandes razones que primordialmente nos hacen pensar en el significado de ver a una persona corriendo, por lo general. Correr por placer o deporte luego lo veremos, pero por ahora me interesa ir un poco más allá, a la idea primigenia de la acción de correr en el inconsciente del ser humano. Cierto es que casi siempre, correr está más relacionado a un movimiento de salida, de fuga, de huida. Espacialmente te separas de un punto, por lo tanto, habilitas una salida. En el inconsciente de muchos individuos, es esta primera fase la que predomina y la que permanece: la salida. La salida desde un punto o lugar, pero, ¿qué pasa con la segunda parte? ¿Qué pasa con la llegada? ¿Hacia dónde nos dirigimos? Porque espacialmente vamos a otro punto al que denominamos llegada.

Sin embargo, en mi caso, desde que practico running me identifico más con el simbolismo de la segunda parte de esta acción de correr que con la primera, pero ¿por qué siento esto? Porque correr para mí es volver a mi interior: regresar a casa. Por lo tanto, no lo veo como una salida o una huida sino una llegada o un arribo. Podríamos incluso matizar que es una búsqueda de mi mí-mismo o de mi mismidad. Correr se ha convertido en el detonante de la búsqueda de mi ser; un estado de calma y de placer que me permite sentir una gran cantidad de estímulos que de forma estática, no llegaría a ellos. Correr o el ejercicio aeróbico continuo inicia un mecanismo de abstracción e interiorización, de regreso… y aquí, es donde hallo una paradoja que me recuerda a la que Paul Haggis introdujo en el comienzo del guión de Million Dollard Baby. Este gran escritor de guiones describiendo el boxeo advierte que es un deporte que en el movimiento de ataque que es siempre hacia delante hay que retroceder para llevarlo a cabo. Es un contrasentido en cierta manera si pensamos en ello. A mí me ocurre lo mismo con el running. Cómo una acción que simboliza primordialmente una salida o una huida implica en las carreras de la larga distancia lo contrario: un retorno o una vuelta a uno mismo. Es cómico también pensar que para regresar a un estado de mismidad, de soledad o intimidad, una de las formas que tenemos de llegar ahí, la conseguimos mediante un desplazamiento en el espacio. Correr largas distancias por tanto no es huir y, creo que ésto, es ya un argumento de peso, lo digo irónicamente, para aquellos que tildan esta acción de cobardes, a lo que deberíamos de responder que es lo contrario; correr es de valientes, correr largas distancias significa estar a gusto contigo mismo y buscar una comunicación más íntima con tu mismidad.

Dejo entonces esta reflexión sobre la acción de correr sobre la mesa. Aparentemente parece una salida, una acción física exterior, pero al mismo tiempo es un retorno y una búsqueda interior.

1 comentario:

  1. Buena reflexión. Estoy de acuerdo contigo. Siempre he pensado que correr largas distancias no solo es un ejercicio físico sino uno manera de acceder a un estado mental con nosotros mismos dificil de obtener de otra manera. Es como un ejercició de meditación activa. Y como tu bien has dicho viajar a nuestro interior no es compatible con la huida, sino todo lo contrario.

    Yo creo que acabo montándome las películas que me monto en mis carreras por eso, de tanto "viajar".

    ResponderEliminar